Señor de mirada fresca,

de pensamiento profundo,

de andar taciturno.

Señor, caja de mil sorpresas.

Usted que llevó mi alma presa

y la encarceló en su corazón.

¡Si! a usted le dirijo la mirada

y entre mis letras abogadas.

Lo indago sin un juez o un jurado.

Sólo… Usted y yo

en está habitación sin espejos

o aparatos complejos,

que puedan captar su voz.

¿Qué hizo para prendar su corazón al mío?

¿Cómo fue que se ingenio?

¿Se da cuenta lo que hizo?

¡Me enamoró y se borró.!

Ya son varios abriles que

Olvide quien era yo.

Es extraño todo esto,

se escapa de mi razón.

Porque me lleva noche a noche

al desafió de aguardarlo

en la esquina de mi habitación;

sin la luz de un farol,

sólo con los luceros de mi pupila

y un café para dos.

Señor, necesito saber de usted,

lo intimo ¡ya!. No pida plazo; no doy.

Le ordeno se haga presente;

sino será evidente que se asusto de esta estrella

y despavorido huyo.

Señor a usted van estos versos.

No simule que no los vio.