Amen - LikeaPoem.com

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Amen

- Y bien, Señorita Rodríguez, ¿Ya recordó algo?- dijo el oficial de policía con una voz un tanto fatigada.

- ¿Recordar?...claro que lo recuerdo- dijo ella sin mostrar expresión alguna en su rostro.

- Bueno, comencemos la toma de su declaración

Afuera la madrugada transcurría lentamente. La lámpara que colgaba del techo de la habitación alumbraba lúgubremente el rostro de la señorita Rodríguez, era una mujer de unos 50 años, pero aquella luz de daba un aspecto de mujer intemporal. Los oficiales aguardaban impacientes. El oficial presiono la tecla ?Rec.?. Ella suspiro levemente, y comenzó:

?Pues bien, como ya sabrán, fui vecina del señor Ortiz durante 10 años, aunque nuestra relación era mas bien casual, ustedes comprenderán que una mujer como yo no puede darse el lujo de provocar rumores, después de todo soy una persona importante dentro de la congregación eclesiástica de mi comunidad, no puedo poner en riesgo tal reputación, así que siempre me limite a saludar cortésmente al Señor Ortiz en las ocasionas en las que solíamos encontrarnos en el ascensor, o en el corredor del piso en el que se encontraban nuestros respectivos apartamentos. De vez en cuando coincidíamos en lugares públicos como el supermercado o el transporte publico, claro que en esas ocasiones simplemente le sonreía discretamente para evitar confusiones.

Habrán deducido entonces que la vida del señor Ortiz era desconocida para mi, pero ha decir verdad, siempre creí que guardaba un secreto, un pecado que atormentaba su alma. Esto se hizo evidente cuando una tarde una jovencita toco a la puerta de él, mientras yo me dirigía al rosario de las 7:00pm, la mire discretamente, era delgada, alta, tez clara, labios rojos provocadores y una figura que podría despertar en los hombres la mas asquerosa lujuria, ella noto que yo la observaba, baje la mirada y oprimí incesantemente el botón del ascensor.

La única cosa que yo sabia del Señor Ortiz era que no estaba casado, así que supuse que aquella jovencita era su pretendiente, suposición que se desvaneció pronto, puesto que en las semanas posteriores diferentes mujeres comenzaron a visitar al señor Ortiz, cosa que me escandalizo gravemente. Eran mujeres de todo tipo, altas, morenas, rubias, delgadas?algo que me intrigo fue que todas eras muy jóvenes. Verán, yo creo que una mujer debe de estar con un hombre de acuerdo a su edad, es una cuestión de moralidad y sentido común, y para ser sincera aquello me parecía inaceptable puesto que el señor Ortiz no era alguien muy joven que digamos.

No quería imaginar las cosas que hacia en su departamento, atrocidades de todo tipo, no podía soportarlo. Estos pensamientos no me dejaban dormir y perturbaban mi alma, así que rezaba desesperadamente por mí y por el Señor Ortiz. Cuando note que las visitas no se detuvieron, y pensando en mi bienestar espiritual, decidí visitarlo.

Toque a su puerta dos veces y cuando iba a llamar por tercera vez, abrió la puerta. Nunca me había detenido a observarlo, era un hombre alto, moreno, robusto, su rostro mostró una expresión de sorpresa, probablemente porque no me esperaba a mi.

- Buenas tardes -dije- ¿me permite pasar?

- Claro ? dijo él tartamudeando un poco

- Le sorprenderá verme aquí, pero el asunto que vengo a tratar es muy importante- dije estoy mientras me sentaba en su sala.

-Dígame ¿en que puedo ayudarla?- dijo el Sr. Ortiz

-Pues vera, le parecerá un atrevimiento pero creo que usted sabe que este edificio es un lugar para personas decentes- dije, mientras le ofrecía una imagen de la santísima trinidad.

El señor Ortiz guardo silencio por un momento, parecía que no entendía lo que yo trataba de decirle, así que continué:

- Vera, yo creo que?

Él me interrumpió:

- Mire, no se a que se refiere, y no creo que usted tenga algún derecho sobre lo que hago o no con mi vida, así que le pido que se retire- dijo él, con un tono que me ofendió.

Yo no sabía que estaba pasando, no era yo quien quería entrar en su vida, era Dios. Me enfureció el hecho de que se negara a abrir la puerta de su corazón, era una idea que yo no soportaba. En ese momento llamaron a la puerta. Era otra mujer. De pronto sentí una fuerza dentro de mi, y cuando el señor Ortiz se dirigía hacia la puerta, lo tome por el cuello y lo tire al suelo, comencé a presionarlo con fuerza, una fuerza divina, lentamente vi como empezaba a sufrir los estragos de mi acción, él intentaba librarse, pataleaba, gemía, sus ojos comenzaron a ponerse rojos, llorosos. Lo que hacia era por su bien, por su salvación, pronto dejo de resistirse, mi misión estaba cumplida, un alma mas había sido enviada al reino para su purificación. Cuando todo ceso, me acerque lentamente al odio del Señor Ortiz, y dulcemente pronuncie: Amen.?


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