Si el estío se vistiera de fiesta

para hurgar en una mina de recuerdos,

paradito, frente al mar,

olvidadizo en su sonata añil añejo;

si el estío te mirara y se pusiera a jugar,

no olvidaría el traje de invierno,

y tan loco, tan altivo,

tan mermado y al compás,

las morenas siempre besan al viento:

que divino pecado capital

es saber que Dios no está

en en unos putos mandamientos.

Y que le jodan a la libertad,

a la bacanal de estar vagando como un preso...

Que si en la piscina no se puede fumar,

le pongo a la luna un olor a sal

hasta que ría como los niños buenos.

Que cuando estás a un milímetro de mi

ya te siento allá muy lejos;

que para mi,

una vida sin ti

es la raiz del mismo infierno.

Y como razonar el corazón

es cosa de mártires y necios,

me sigo guiando al vapor

de las historias de los más pequeños:

Sí,

en el amor,

como púber rayo de sol

que rocía los vértices de un sueño.

Sí,

un cometa de vino y ron

que atribulado

en las miserias de ser yo,

vive como se debe vivir,

bajo el arresto de los anhelos.

Y dos mesecines puede parecer

sólo un vago

parpadeo en el tiempo,

una sínfonía que va

desde tu sonrisa hasta tus nervios,

desde una siestecita

en la bahía de Nunca Jamás

a mis dedos rizandote el pelo.

Y lo son todo

para un pobre viejo...

Niña,

déjame jugar aunque sea un mes más,

que uno se está doctorando en soñar

con los ojos abiertos.

Aunque sólo sea un minuto más,

no quiero dejar de volar

con la levedad de los segundos conctretos...

Vistiándome

de metáfora y de diván,

para decirte que te quiero.