Iguazú es nombre que viene de lejos,

a un kilómetro dicen se siente

caer el agua

de nuevo y de nuevo y de nuevo.

Animal sin dentadura,

apartando la selva se llega a tu guarida.

Guiado por el eco y aves de mil colores

se asoma uno

al sonoro cajón desbordado de arco iris.

Imagino el rostro del primer hombre que te viera.

Debe haberse convertido en canoa

para caer por tus paredes.

O en pie, para resbalar en tus eternos musgos

y entrar a la burbujeante Muerte como en una fiesta

Escalón donde un gigante

subió al cielo celeste del verano.

Se fue a contarle de tu presencia a los dioses,

nos dejó su voz que grita con la fuerza de mil truenos

Iguazú,

No esperes mucho del pobre mundo.

¿Qué le gritas?.

Permaneces,

gastas la roca,

te vas abriendo,

caes.

Pájaros de sueños anidan detrás de tus cascadas.

Hace mucho tiempo,

yo viví un día en su nido

forjé esta hoja con sus plumas

Volé sobre cada una de tus piedras.

Me sentí tan cansado y pequeño frente a tu altura

que me atravesó de asombro el pecho duro

con una flecha de nostalgia atardecida.

Me hizo también a mí caer por la Garganta del Diablo,

hundirme en remolinos,

hacerme burbuja

para volver a mi Río de la Plata desembocado.

A mi gris cemento acostumbrado

desde donde te escribo ahora.

El Poeta del Asfalto

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