¿Cómo ver más allá

de mis rostros de memoria?

Trasciendo en el silencio.

Completo mis perfiles de nostalgia

consciente de mi mundo,

de la edad de mis avances.

Y allí,

te busco,

a ti niña inocente,

a ti,

fragancia en mi retrato.

Me oyes?

Entre la espesura y el olvido,

entre la tiniebla que te opaca,

te susurro,

te invito a desnudarte,

y a fondear en mi cultivo,

que es el mío y es el tuyo.

Pureza es tu dulzura,

y pliegues son mis pasos.

Te pido,

persevera,

aúna tu encanto con mi canto,

seamos fiel enlace en nuestra ruta,

que surque los desmanes,

los tropiezos del destiempo,

y en tus ojos de capullo blanco,

hazme tuya,

hazte en el rebaño un nuevo cielo.

Te reto,

apuesto al desafío de guiarte,

de admirar desde tu vientre de muñeca,

colores y horizontes,

matices del rugir de mis entrañas,

que aún despiertas,

dan luz a tu mirada natural,

lozana,

que anida en los océanos de mi venas.

Renace!

Resurge sin recelos niña mía,

que aquí,

mis huellas son insignia de tu brío,

mis alas echan vuelo a cobijarte.

Que el juego de tu gracia en la memoria,

te abrace a la osadía,

de confiarte,

tan íntegra y tenaz en el derrumbe,

tan límpida y constante en la ventura,

que abraces al destino y a su anchura,

y alientes a tus pasos,

a tus ansias,

a tus sueños,

al inmenso corazón que te gobierna.

Y arropemos las mareas y sus llantos!

Y así,

mujer y niña,

traslademos nuestro verso,

a la grandeza,

al destello de la vida,

del instante que se engendra

hacia el arte de ser una,

y ser parte.