La carne putrefacta de mis ancestros

yace bajo el eco de tu voz.

Tu grito de guerra

fue el inicio de mi muerte,

tu lanza acebada

me atravesó el tiempo

y me dejó callada.

La caída despaciosa de mi reino

fue la luz que te vio nacer.

Yo ya no existo,

yo ya partí a un mundo sin regreso.

Tú quieres oro,

yo quiero olvido,

una morfina salvadora que me lleve

al hombre de maíz que una vez fui.

Tú que eres sol:

Yo soy invierno,

soy el volcán siniestro

que vomitó sangre

para volver a dormir.