Una noche agitada,

demasiadas cosas en que pensar.

Las sábanas se hacen insoportables

durante una noche de lluvia

en la que la sensación climática

te aplasta por completo.

¿Mala noche?... Pésima...

el sonar del despertador

solo me recuerda que la vida sigue

y que no me espera...

Las horas pasan y yo sigo enfrascada

en esta rutina que no soporto,

que me cansa.

Esa misma rutina que me aleja

de todo lo que me gustaría hacer,

que no me deja volar,

porque a penas alcanzo

a desprender mis pies del suelo

cuando ya me recuerda

que debo volver al trabajo...

No quiero más rutina...

Me ahoga el aire que se respira en Mayo

cuando la lluvia no limpia lo suficiente.

Derrepente y de una manera extraña

me veo de pie, frente a un árbol

típico de otoño, muerto de frío

y a sus pies, restos amarillentos

de las hojas de una vida

que alguna vez fue verde.

Se mantiene digno,

quizá sepa que en cuatro meses más

volverá a florecer,

quizá sepa que es necesario botarlo todo

para renancer de nuevo con más esplendor,

con más fuerza.

Un niño se sienta,

entre las hojas húmedas de aquel árbol,

me mira y me sonríe...

"No cuesta tanto darse un tiempo para contemplar los árboles de otoño después de un largo día de lluvia..."