Puede que ni siquiera me vayas a escuchar

y esa idea me hace llorar.

Hay algo más que me hace llorar a cántaros.

Que lo que alguna vez me hiciste ver a mí

ahora a alguien más se lo estás haciendo creer.

Porque no me hace sentir ese alguien especial.

Ese rol que me prometiste que nadie más iba a ocupar.

Mientras tanto, yo sigo atado

a lo que alguna vez te compré en el pasado.

Que vernos casados con cualquier otro te dolía.

Que no querías nada más que ser mía.

Que los nombres que a nuestros hijos le pondrías

alguna vez recuerdos serían

y a eso vos le temías.

Que yo era suficiente, más que suficiente.

Eso, ahora que lo veo, me hace verme incompetente

que no fui capaz de en mis brazos sostenerte

y eso ahora débil me hace verme.

Que querías pasar los mejores y peores momentos juntos.

En lo mejor ya nos vimos ambos

y en lo peor, yo nos veo a los dos.

Lo vivo día a día

ahogándome en la rutina de lamentarme

y replantearme si nuestro caminos

alguna vez volverán a cruzarse

en algún extraño plano 

que escape de lo imaginario

y no sea fruto de andar sobrepensando.

Que te aterrorizaba la idea de amar a alguien más,

que era algo que ni te imaginarías.

Si viese eso, en mí también el pánico cundiría.

Sin embargo ahora no tengo que imaginar

solamente tengo que abrir tu red social

y comenzar a observar.

Ahora siento que te sacaste un peso muerto

que con alguien más estás viviendo un sueño.

Yo sigo encastrado en esta pesadilla

sentado en una silla

mirando a través de la puerta por una mirilla

esperando a que vuelvas de visita.

Que ibas a atesorar lo que íbamos a vivir

memorias que moldearías en arcilla

y guardarías como estatuillas.

Memorias de las que te ibas a acordar

hasta cuando te conviertas en cenizas.

Ahora yo veo que pasaste la escoba

con palabras y actos que me hicieron trizas.