Afín al Adiós - Milagros Gomez - LikeaPoem.com
Afín al Adiós - Milagros Gomez
¡Qué torpeza desarmarme!
Qué hastío inmundo siento frente
a esta poca destreza de palabra;
soy mecha corta y me incendio
en humo tardío, en una brecha sin fuego.
De fumar, me hubiera inhalado, consumido,
me hubiera atragantado con la alevosía
irascible de un amor imposible,
de una voz aún más muda, y fugaz.
Soy fugaz: su corazón ha tocado tantos
que se derritió, pero yo magma no soy;
soy hielo sacro, una idealización innombrable,
la cara del rechazo.
Soy, para los rostros, inhibición. El deseo me ve
y sucumbe. Corre. Se desarma.
No quiere tocarme, no quiere cortarme.
No me asfixia hasta matarme, pero se ata
a mi cabello, a mis ojos y a mi amanecer,
aquello que nunca tengo, lo que se escapa
de noche en la lejanía de un recuerdo.
Desglosé mi sangre para sacarlo de mi entraña,
lo reviví pensando al alba sobre vos.
Y vos, corazón de cartón, no más que un sueño,
reposando con otro cuerpo que no es este poema.
Me embriaga saber que soy imposible,
como una excusa tuya; más bien, soy olvidable.
El destino me hizo olvidable a mí, perezco
ante la posteridad, y ni la muerte toma mi alma.
La escupe; me observa y se lleva un fruto
del árbol familiar mío, y ya no son míos.
Nada es mío, no hay etiqueta que se impregne
de mi ser; soy el extravío de mi nombre,
y vos lo sabés. Te burlás de mi intrascendencia.
Me llamás como a la perfección, y te deleitás
muy lejos, en lo imperfecto, en lo vacío y tétrico.
¿No me ves? Yo puedo darte esa maldición también.
Le escribo al trauma para que me suelte, y el arte
procede a amargarme en la desgraciada cordura
que me esposa a Poe. Y yo también guardo cadáveres
en los armarios, derribo pilares mortuorios,
y le escribo a la obsesión, a mi presa y depredador.
Pero ni mi cielo, ni la marea que se desata en mi infierno,
es suficiente para alguien como vos.
No me conocés, pero soy demasiado.
Si me conocieras, te alejarías antes de que roce
tu piel, mi más desalmado llanto fúnebre.
Te beso, sí, en las ideas que se detallan
en las magnitudes de mi mente.
Te deseo, sí, pero mi corazón desea no morir aún.