(A mi adorada Alexandra Carrasco)

I

Tener tu compañía es casi parecido

a huir por los gloriosos paisajes del Edén;

como haberle quitado sus alas a Cupido

y despegar en vuelo por perseguir un tren.

Estar mano con mano, quizás boca con boca

es ir a la morada de Dios en un papel;

sentir la gallardía de amor cuando me toca

el ímpetu sagrado que soslaya en tu piel.

Y yo, yo soy un hombre que trata de enseñarte,

con la rima sincera que palpita en el arte,

el camino romántico que debemos andar.

Y ver como se funde el sol sobre tu pelo

me vuelve un niño loco que corre por el cielo

contando las estrellas sin poder terminar.

II

Envidio a las canciones que tanto has preferido

sentir en tus momentos de tierna soledad,

pues soy quien debería cantar junto a tu oído

melódicas estrofas de amor ¡Es la verdad!

Le guardo mucha envidia al manto que calienta

tu bella anatomía febril en el estío...

Soy yo quien debería tener en llama lenta

mis brazos, a tu cuerpo, cubriéndolo del frío.

Envidio al agua pura que en las nubes se mueve

pues siento que te besa completa cuando llueve

y yo tan sólo puedo tus labios degustar.

Gritando de la envidia, también, cada mañana

ansío ser el frágil cristal de tu ventana

por ver tus perfecciones queriendo despertar.

Autor: Luis Astudillo