Voy de tu mano, me hablas bajito

para que no se entere la brisa.

Cuando me miras,

siento que traspasas mi cuerpo

cual si fuera fina copa de champagne,

vertiendo su sensual espuma en él,

y en todos mis sentidos.

Tu magia me hace embriagar;

me hace volar,

sin que mis pies toquen el suelo.

Descansamos sobre la arena , tibia, aún;

hay mil huellas dibujadas allí,

que al mirarlas a contra luz,

parecieran juguetes olvidados por los niños;

por su cansancio de tanto jugar.

Sentados en la orilla para ver la puesta del Sol

mis pies horadan  buscando agua,

como hacía, cuando estaba mi madre.

La piel del rostro se nos pone húmeda y suave

¡ Y somos felices... nos reímos...!

sólo, cuando ALUCINO...

Margarita

20/03/08