Ya mi juventud se va extinguiendo,

como el sol en el ocaso de una tarde,

como el grito inescuchable del recuerdo,

de la llama de una vela que se apaga.

Ya pasaron varios años y no puedo,

evitar que me conmueva la añoranza;

con nostalgia retrocedo a mi pasado,

a mis días de inocente proceder.

Ya no existen pies descalzos que jugaban,

en los charcos que la lluvia iba dejando,

o bolsillos abultados con bolitas

de cristal, que en una calle las ganaba.

Ya quedaron muy atrás los mil regaños,

y jalones de la oreja, allá en la escuela,

cuando en ratos de recreo, casi siempre,

me peleaba con chiquillos por un dulce.

Qué momentos tan alegres de la infancia,

qué fragmentos de la historia que uno vive,

años idos que al pensar un poco en ellos,

con gran gusto derramamos nuestro llanto.