Tenía el pelo del color

de una nube a punto de estallar.

La piel como la luna llena

Y sus andares le hacían el norte de toda brújula con gusto.

Cara de pan de hogaza,

Ojos dulces pero, no tanto como su mirada.

Crujiente sonrisa gastaba?.

Beatriz se llamaba.

En su caparazón dibujó

Una caricatura de su propia imagen.

La veía predicar al dios de lo superfluo.

Así, mantenía su corazón al son de la triste melodía.

Ese reseco caparazón

Fue agrietándose en mis ojos

Y tras él, una luz inquietante

Hizo que fuera atractivo cruzar la frontera.

Y entré en un mundo de luz cristalina,

montañas que escondían valores en sus cumbres.

ríos que desembocaban

En el mar de las sonrisas derretidas.

Intuí la fragilidad de la nieve,

Reconocí el aroma de la sensibilidad en tus prendas.

Pisé pequeños territorios escarpados por el pasado

Que quedarán deslumbrados por los eléctricos sueños aun por nacer.

Acompañada de letras ceñidas a su piel

E inmersas en su alma,

Me enseñaba su mundo

Diluido en el grato placer de la sorpresa.

7 mayo 2007