Llamita danzante a media tarde,

incendio verde entre laureles.

Hora de una pausa.

Lo que no supimos conseguir también,

nos guiña el ojo,

citándonos para más tarde.

Duende de la siesta,

sagrado rincón del no hacer nada

desterrado de las ciudades.

De los pagos del Sol enredadera,

alma de pueblo,

calle de tierra.

Rumbo de la tarde

en alas de un alma tranquila

sitiada entre el cemento y las bocinas.

El Poeta del Asfalto