El decreto (cuento) - LikeaPoem.com

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El decreto (cuento)

En los primeros días de otoño, la salud de Edgar cayó junto con las hojas. Primero fueron las extrañas erupciones púrpuras en la piel que no lo dejaban tranquilo por el intenso dolor y el aroma fétido que despedían. Luego, cuando ya se había acostumbrado un poco a este problema, le vino una fiebre horrible que lo mantuvo en cama por semanas.

Al reponerse de la fiebre y retornar a sus actividades aun con las manchas y el dolor, decidió partir a su pueblo con el fin de visitar a familiares y amigos antes de morir, tenia años sin saber nada de los suyos, además quería alejarse de la ciudad. Aunque los doctores no veían mucho peligro en su enfermedad, Edgar sentía una pesada sombra tras el desde el inicio de su malestar.

Una vez estando en su vieja casa, se instalo en el cuarto que le perteneció de pequeño. No encontró a nadie en casa excepto a su tía Concepción, quien lo recibió afectuosamente y luego le contó, mientras cenaban, lo ocurrido con el resto de la familia.

?Una devastadora enfermedad, aparentemente cólera, llego hace años al pueblo por conducto de un pantano a unas millas de ahí. El aire se contamino y solo algunos pocos se salvaron aunque también estaban infectados de la peste. Hubieron muertos por montones y el cementerio quedo completamente saturado, desde entonces nadie a muerto por lo que no han tratado siquiera de ampliar el terreno?

Edgar no entendió por que su tía le contaba lo del cementerio, ¿Qué importancia en la historia tenia eso? (que importancia para el, claro esta). No presto mucha atención y cuando amaneció se dispuso a recorrer el lugar donde paso tan buenos momentos en su niñez.

Visito el parque, destruido ya por el tiempo y los bruscos cambios en el clima local. Fue al lago, que por azahares del destino seguía aun en perfecto estado, cristalino como lo viera de pequeño y con ese aire celestial que le hizo recordar a sus padres. Todo tenía una melancolía implícita, como si alguien o algo supiera que Edgar iba a regresar, algo dispuesto a atormentarlo a cualquier precio. Bajo la mirada y pudo ver con una nitidez espantoso, a la sombra que evocaba en sus delirios de la fiebre, la sombra que le anunciaba algo.

Recorrió todo el pueblo en unas cuantas horas y por donde paso no encontraba rastros de vida.

Regreso a la casa y encontró a la tía Concepción sentada a un lado de la chimenea. Parecía un cadáver con vida, con muy poca vida. Tenía las extremidades tiesas, el cabello parecía tierra a punto de desmoronarse y logro ver en los brazos y piernas unas manchas entre púrpura y negro parecidas a las suyas pero más nauseabundas. Vaya segunda impresión?

Edgar le pregunto por los demás habitantes y la única respuesta que tuvo fue: ?Desde la peste nadie sale de su casa, chico?. No era posible, eso no tenía lógica. Entonces, ya con su mente tan exaltada por la nostalgia, los recuerdos y el aspecto de Concepcion, recordó que la ultima vez que vio a su tía el tenia 18 años y ella 89. Ahora teniendo el 37 años, ella pasaría de los 100.

¿Cómo sobrevivió una mujer tan anciana en un lugar como ese y sin salir de su casa?, se pregunto Edgar, luego se lo pregunto a ella.

-Ya nadie puede morirse, comenzó a decir la tía. El cólera lleno por completo el cementerio.

-¿Y, no pueden ampliarlo?, dijo Edgar con un tono ingenuo.

-Pueden ampliar el cementerio, dijo la anciana y luego prosiguió, lo que no pueden es incumplir una orden de ?arriba?. El pueblo entero esta maldito desde sus inicios y tenia permitido cierto número de muertes cada generación por un decreto divino, ahora tu eres como los que quedamos, aun estas vivo y siempre lo estarás. ¿Crees que viniste aquí por casualidad, cierto?...

Edgar se desvaneció y pareció hundirse por completo en el sillón mientras se tornaba cada vez más pálido. Aumento el dolor en las erupciones púrpura, le comenzó un martilleo incesante en las sienes y todo temblaba bajo sus parpados. Comprendió entonces que estaba dictada su suerte de vivir eternamente pudriéndose en esa antigua casa que tantos recuerdos le traía para hacer el problema mas pesado.

Cuando ya estaba a punto de consumirse la vela al centro del cuarto, dijo Edgar con tono de resignación:

-Que duerma bien tía.

-Igualmente, respondió ella con una voz horrorosa como salida directamente del infierno y concluyo luego de una leve pausa. igualmente?

La vela se consumió y el ultimo destello de luz le dio vida por un momento a la enorme sombra bajo el sillón en que estaba Edgar, al final se marcho todo vestigio de luminosidad, impregnada de esa horripilante y espectral criatura?


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