El laberinto (relato) - LikeaPoem.com

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El laberinto (relato)

Quien diría que habría un lugar seguro donde protegernos del frió en aquel inmenso e infinito desierto, pero así fue.

Nos detuvimos cerca de la extraña choza, cuya primera impresión nunca escapara de mi memoria: pequeña pero con un decorado excéntrico, de madera completamente y sin ventanas, parecía que no hubiera ninguna abertura en toda la construcción salvo la entrada y la chimenea, tenia sobre el marco de la puerta una inscripción con letras góticas que ni siquiera intentamos descifrar por estar en un idioma extraño.

Tocamos la imponente puerta y esperamos por unos minutos, estremecidos por el estruendo que causo la madera y una serie de lamentos casi imperceptibles que acompañaron al eco hasta que la entrada se abrió frente a nosotros.

Nos recibió una anciana pequeña y muy vivaracha, con las mejillas rojas por el calor de la hoguera, de cabellos tan blancos como el territorio que recorrimos por días antes de llegar ahí y envuelta en un aura como de soledad y tiempo. Luego de invitarnos a pasar llena de una gran felicidad, entro en el cuarto de cocina y volvió con platos humeantes, panes y tres tarros grandes de licor. Comimos como si nunca lo hubiésemos hecho y nos fuimos a dormir. Todo continúo a pedir de boca por días, mientras decidíamos que el tiempo era propicio para partir y nuestra anfitriona se veía cada vez mas contenta. Creo yo que debido a la soledad se alegraba de tener visitas.

Una mañana despertamos atados a nuestros respectivos catres, en todo el cuarto habían velas y artículos nauseabundos de hechicería, a juzgar por la apariencia del ambiente. La anciana nos miraba desde la puerta del cuarto con una sonrisa que le rejuvenecía la cara, y a decir verdad también el cuerpo. Se veía mas alta, su piel parecía la de una jovencita y el cabello se veía también un poco más colorido. El silencio duro casi una hora y nadie se atrevía siquiera a moverse, en tanto yo intentaba soltarme de los débiles nudos que tenia en las muñecas. Me libere y salí del cuarto mas preocupado por la escopeta que tenia la anciana en sus manos que por el futuro que le esperaba a mis dos amigos. Abrí la puerta de la choza con un golpe e hice caer frente a mi el letrero que vi antes en el marco, que al leer su contenido pero volteado advertí cierta amenaza que me pareció conocida: ?El que se atreva a entrar, que abandone toda esperanza?

Corrí despavorido pero sin girar para ningún lado evitando así correr en círculos, ya al pasar una distancia considerable comencé a buscar un camino para salir del bosque, seguro de estar ya muy lejos de la maldita choza.

Pase un montón de árboles que me inundaban por completo la vista y al salir de maraña me encontré con el punto de partida, el letrero aun estaba tirado y la puerta continuaba abierta. Eche a correr de nuevo y todo se repitió, era como estar en un laberinto que me atraia siempre hacia una irrevocable muerte. La ultima vez que llegue de nuevo a la choza, exhausto y a punto de desmayarme por el cansancio, entre sin pensarlo un minuto luego de colgar de nuevo el letrero exactamente como lo tenia la anciana y cerré tras de mi la pesada puerta.


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