Él es el poema más bonito que jamás voy a escribir.

Es la frase que tengo atorada en la garganta que se quiebra con la fragilidad de una rama.

Él es el otoño con los colores más vibrantes que alguien podría llegar a conocer, pero también es el invierno más frío y desolador que arrasa con tu piel si te dejas llevar, dejándote frágil y rota como un papel arrugado y tirado en una esquina de la habitación.

Él es primavera. Porque florecen en mi todo tipo de emociones fluctuantes, hermosas, confusas, contradictorias. Porque soy un jardín sin una sola espina que pueda lastimarme cuándo oigo su voz. Porque soy vulnerable pero completamente fuerte a la vez. Los pétalos suaves de las margaritas me acarician el rostro con la suavidad de su risa, y la amargura de pensar que podría terminar algo que nunca comenzó me hace sangrar por dentro.

Pero por fuera, todavía huelo el olor de los claveles, y siento el sabor del chocolate de aquella primera vez que te vi.