Tan eficaz como temible,

tus dictados, gran sistema,

como una gigantesca maraña,

se expanden silenciosos,...

Y derrumba imperturbable,

lo más sagrado, de nuestra condición.

Eres ajeno a nosotros,

y a la vez,

íntimo en los pormenores,

así es como reinas;

allí es donde maduramos.

Jerarquía de serviles autómatas,

donde ocupamos un lugar,

el que nos ha correspondido,

en tu intrincado, artilugio vital.

Tu indulgente palmada,

(por momentos),

nos devuelve la risa;

pero sin advertirlo siquiera,

invariablemente ella,

esa risa,

opera en tu propio favor.

Porque distingue,

y a ciencia cierta,

lo que conserva vivo el impulso,

en lo más profundo,...

De nuestro desaliento.

ES MUY UTIL SER UN ZOMBIE,...

¿cómo podrías acaso,

servirte de un perfecto cadáver?.

Y así es como militas;

infaliblemente.

Aplaudes nuestra desvergüenza,

alientas nuestro rencor,

nos haces indiferentes,

premias una injusticia,

castigas la flaqueza,

maltratas la humildad.

Nos transformas lentamente,

en una apología viviente,

de aquello que condenamos;

y a fuerza de aflicciones,

nos vuelves infrahumanos.

Avarientos,

rapaces disfrazados,

ideales sin acción,

místicos,

desprovistos de fe,

expertos,

en el doble discurso.

Y aplastados,

por minucias intrascendentes,

pero infranqueables,

tan simples, como devastadoras,

asì avanzamos,

sobre los restos del más débil.

Invariablemente,

movidos por una minucia,

siempre con el aval,

de una falsa ética,

saliéndosenos por la boca.

Como el autómata desparpajo,

de tus hombres hambrientos,

que atràs en el tiempo,

y con secreta complicidad,...

Al fin, aplastamos.