Es encanto del otoño la hojarasca

que en su vuelo con sus ocres calca el cielo

en su albor a mi silueta y se adamasca

en mi piel su tono etéreo y me deshielo.

La sutil brisa que alcanza desde tu alma

a mi sol en su naciente con tu verbo

roza grácil la tersura de la palma

de mi mano que a mi verso la reservo.

Si el otoño deslizó su sortilegio,

si sus árboles desnudos hoy descansan,

es su dote acariciar con el arpegio

del crujido de sus hojas que se amansan.

Es su acorde a su conjuro que obedece

y recala confidente su balada

en el lazo de amistad que se enaltece

con el cómplice candor de una mirada.

Hoy la luna reverbera en la vigilia

y nos cela en el apego que es pigmento

de las huellas del otoño que concilia

nuestro abrazo con su tizne amarillento.

Es la gloria de mi canto la que ofrezco

al abrigo de las noches de desvelos

que en su guinda nos enlazan, compadezco

a la otrora soledad? Rasgué los velos.