Ese febrero sucio dejó su huella en mis entrañas,

y el destino barajó para mí, sangre y miedo

Sida y mentiras, niños y muerte…

Creí que jamás despertaría.

Una pesadilla es vivir

cuando llegas en silencio,

atormentando mis latidos

que ya saben que mi cuerpo es el renglón

para escribir tu furia.

Y mis gritos no saben gritar…

Era una niña cuando me robaste.

Y tal vez yo no supe morir a tiempo,

tendría que haber muerto,

esos días después de los abortos que me hicieron.

O antes que tu furia me redujera a esta cosa

que se arrastra

como un gusano hecho de miseria,

de golpes y de locura.

Ya no pregunto nada ni a mi conciencia

el tiempo pasa atropellándome y violándome

y volviéndome a golpear y violar…

Hasta que no quede ni un rastro de quién yo era,

tal vez en ese instante muera.

El dolor me anestesió la mirada parezco ausente siempre.

Olvidé la ternura, el rostro de mis padres,

de mis hermanos, olvidé que tuve una vida.

Olvidé llorar en este mar de tristeza, pero algunos días,

unos instantes me siento viva

y corre por mis mejillas una gota tibia

que se asemeja a algo lindo como una caricia.

Hay días en que el silencio juro que me habla.

La locura mete su lengua en mi boca

y vomito este presente.

Y suplico que alguien me encuentre y me libere.

Ayer escupí su nombre junto con mis dientes

y le dio risa y me golpeó menos…

Porque hoy es día de clientes

ya estoy atada esperando la faena

deseando que suene el reloj del sida

y aunque sea ella me saqué por fin de aquí.

BASILISA.

Todos los días desaparecen “NIÑOS” en el mundo, muchos son raptados y usados por las redes de prostitución.

Quisiera que esto fuera solo ficción.