Gris otoño que te di la potestad

de encallar en mi vera

y almizclar mis sacrificadas primaveras.

¿Percibes acaso el disgusto

que transportan hoy mis grafías?

Si es así, te ruego por lo que más quiera,

¡No te acerques!

Deja que mi huracán se calme,

que las tempestades emigren lejos de mi,

que el viento que encontré

escarbando en tu morada se disipe.

No busques defenderte.

Me ofendes si lo haces.

No quiero juzgarte de Don Juan.

Sólo necesito pensar.

Hoy la ira nubla mi mirada azul;

esa mirada a la que en versos le homenajearás.

Sabes gris otoño que llegas

con la puñalada de mil inviuernos,

puedo decir que tengo el mismo

rebrote de miedo que la flor tuvo cuando

la arrancaron de su reino.

El mismo despliegue fugaz

que una estrella cuando

se ve precipitándose al suelo.

Gris otoño te llamo

por el dolor que llevo enclaustrado.

No me busques; porto broncas

¡Sí, muchas broncas! 

y es mejor alejarme de tu cielo.