Nadie vive para sí

ni perece solo.

En su iniquidad

su vida es lumbrera

en senda ajena,

tu decides ser luz

o influencia sombría;

aunque dudes a ratos

resplandece como antorcha;

vendra desoladora la depresión

te atormentara, levántate,

comparte el dolor ajeno.

Navegamos el mismo mar

pisamos el mismas arenas;

Algunos miramos abajo

otros con desprecio hacia arriba;

Llénate de felicidad

ve lo bello de la vida,

¡libera un alma cautiva!

Rescátala de las garras

del dolor y la tristeza,

nuestras acciones

son para bien o mal;

tu decides:

? dulces o amargas?,

¿quien lucha hoy

por ganar tu alma?

O acaso crees

que no tienes dueño,

Acuérdate, hasta el diablo

es hijo de Dios...