Los ojos desorbitados del pequeño buscan, en la mirada vidriosa de su padre, la protección que ya no podrá brindarle y el amor, que nunca más tendrá.

Sí, no más protección, no más amor, su padre muerto y él solo, huérfano de ilusiones que se fueron junto con lo que mas amaba.

Huérfano y solo, para enfrentarse a los monstruos de acero que liquidaron a su familia y a sus esperanzas.

Esto es la guerra, la sucia guerra, creada por intereses podridos que juegan con la vida de millones de personas desde sus escritorios de marfil y oro. Intereses que enriquecen sus bolsillos al inmenso costo de hogares mutilados, de escuelas convertidas en escombros y de hospitales repletos de agonizantes despojos humanos.

Sí, la inutil guerra que solo satisface a quienes negocian con ella, a quienes viven de ella.

Ya nunca verás a tu padre, niño víctima de un mundo convulsionado, nunca más lo verás guiando tus pasos, educándote con amor.

Pobre pequeño, que mañana serás un hombre, agradece tu desgracia a los poderosos seres de hielo que marchan con sus sanguinarias corazas de hierro hacia el ocaso de un mundo invadido por el descontrol, la ambición desmedida y el desamor.

Aprende el ejemplo de tus mayores y mañana sé un hombre de bien, como esta sociedad, la misma que acabó con tu familia, lo exige.

Juan Leandro Alzugaray