Hoy murió un cuervo en mi ventana,

Negra ave portadora de lúgubre presagio,

Su canto de muerte resuena en el alma,

Testigo de un destino trágico y amargo.

En esta vida cruel y sin clemencia,

Donde la desdicha es fiel compañera,

Observo la injusticia con impotencia,

Cómo el dolor consume y desespera.

¿Por qué debe el cuervo morir en mi umbral,

Y no los buitres de la indignidad?,

La vida se ensaña en su juicio final,

Arrojando sombras de iniquidad.

Es un cuervo hoy, mañana otro ser querido,

La muerte y la desdicha no hacen distinción,

En el abismo de lo adverso y desprovisto,

Se desgarra el corazón en su dolorosa canción.

Oh vida despiadada e implacable,

Cosechas ruina en cada paso que das,

Dejas el llanto en cada rostro vulnerable,

Y hundes las almas en la más profunda faz.

El cuervo yace sin vida en mi ventana,

Testigo de una existencia marcada por el dolor,

En este mundo sombrío y sin esperanza,

La tristeza se cierne cual oscuro manto opresor