Lo poco que yo tengo, te ofrezco, vida mía

a cambio que me jures delante de la cruz

tus lágrimas sinceras cantando en mi agonía

después que yo me vaya volando entre la luz.

No existe amor alguno más perfecto e impoluto

que pueda compararse con todo el que te dí.

Yo nunca te he fingido querer, en absoluto

mi vida ha sido tuya ¡No entiendes que sufrí!

Amor, no me desprecies ahora que me encuentro

vagante por las sendas que tiene el abismal

castillo de la muerte jovial en cuyo adentro

me espera una discreta velada sin final.

Colócame tus manos encima de mi pecho

y esparce con tu boca mi santa extremaunción.

Ahoga con tu llanto mi lírico despecho

al darme con un beso tu eterna bendición.

Autor: Luis Astudillo.