Indicios....
Sobre aquel asiento trasero inicia esta historia, una de tantas que mueren en silencio una de pocas que queda en veremos.
En la parte trasera de cualquier vehículo, mí vehículo, tu vehículo él que nos lleva con prisa a donde paguemos por llegar, aquel que con solo una sonrisa demora su paso para ver cuan lejos puede llegar.
Una historia que no solo narro, sino que siento, siento la necesidad de contarla para morir en los susurros que dejas mientras lees. Quizás no solo muera, quizás revivas con cada palabra ese tiempo, dicen que la historia renace cuando se mantiene fresca en la memoria, a lo mejor solo sean palabras, de repente no pases de unos cuantos párrafos, pero la necesidad de contarla hace que siga escribiendo.
Esta era una vez, como en los cuentos de hadas, tomaba rumbo a mi morada, solo que ni castillo ni casa, más bien un espacio de nada. ¿La nada puede contenerse? o ¿solo en metáforas convierto lo que lees?
Continúo... rumbo a la nada de mi morada, me encuentro atrapada entre voces marchitas y sonidos de palmas, palmas curiosas rodeadas de ganas, interés por aquello que tengo, que tienes, que tenemos, simple codicia humana.
Acero roza mi cara, indicio de la nada basado en el deseo de estar donde no me encuentro y sentir lo que siento de aquel, donde no recuerdo, he dejado mis recuerdos, lo incoherente y coherente de lo que mantengo presente sobre un sonido que simplemente me trae a donde me encuentro presente.
Manos viciosas que me traen a el asiento de donde quiero escapar y no puedo, en donde mis gritos se pierden en el llanto que mancha mi piel y deja un rastro salado en mis surcos etéreos; simpleza de actos que me encadenan a vivir en el pasado-presente, y desmerecer un futuro que promete algo mejor lo que el presente ofrece.
En minutos inertes como el tiempo que no muere, sigo pensando en seguir sin entender lo que sucede; hundimos aquello que simplemente nos hace ver menos sensibles ante aquellos que solo sienten lo que tememos, como ignorar mi cuerpo que grita consciente de esto que muere, si vive preguntando que hacer para que llegue su muerte.
Deseos, hechos, pensamientos y deberes, ineludibles a lo que susurra mientras sus manos expropian las ropas de mi conciencia, apelable ante los hecho del pasado, irrefutable ante los del futuro, ¿como no ligar un acto tan repulsivo a un contenedor vacío? Donde germinan libidinosas, aquellas semillas sembradas sin abono ni agua, solo colocadas en mis huesos y crecen con mi torrente sanguíneo que no se detiene por que sigue vivo.
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