Jugado y sin ficha - LikeaPoem.com

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Poem

Jugado y sin ficha

Quiso ser mejor en un tiempo,

era débil,

no hubo muchos motivos.

Una botella de lo más parecido a una mina,

a la charla de un amigo,

le ampara las noches.

Agua,

alcohol noventa seis grados repleto de impuestos,

y un par de caramelos de menta mal revueltos

alcanzan para desordenar el pensamiento lo suficiente.

Cobarde o héroe,

a quien le importa,

antes o ahora

¿A quién puede importarle

que duerma en la estación escaleras abajo?

Un reloj marca todas sus horas en la esquina de Corrientes y Lacroze,

la policía y el barrio lo conocen de memoria,

es: cualquier borracho.

Casi nadie.

Apenas otro que se cayó del mapa.

Se hace el que no escucha

a menos que le acerquen un plato de algo caliente.

Un día lo subirán en una camilla

envuelto con plástico.

A quien le puede importar que se orine encima,

o hable sólo tratando de resolver en el aire,

en una pirueta,

lo que no pudo en toda una vida de pasados

y oportunidades que jugaron a las gambetas.

El trabajo mal pago,

le hizo sentir un tiempo que servía.

Sus modos campesinos no le ayudaron,

las chicas se reían de él en la oficina.

Disimulaba pero le dolía.

Nadie le abrió la puerta,

en navidad, año nuevo, ni otro tiempo.

Tuvo que sonreírle a la desgracia,

quiere apagar la luz,

pero no descansan las marquesinas,

ni las voces adentro del cráneo.

Está sólo entre todos.

A quién puede importarle,

antes o ahora,

que duerma escaleras abajo en la estación.

La misma de la que se bajo de un tren hace años

lleno de esperanza

a ver como era Buenos Aires.

A ser un poco más nadie muy lejos de casa.

Como tantos que se siguen bajando día a día.

¿A quién?,

que hubo un tiempo en que quiso ser mejor,

que el alcohol bajó la persiana oxidada

que no te muestran las propagandas.

Que algo se haya quebrado ahí dentro.

Que tenga capacidad de sentir como vos o yo,

pero la esperanza en quiebra.

Lo miro en silencio,

mientras le rindo al dueño del puesto

lo que se vendió de pornografía,

revistas y diarios.

Baja los escalones lentos y de a uno,

como ensayando el entierro.

Sujeta al pasamanos con la diestra,

y en la zurda una botella de lo más parecido a un querer,

a un poco de comprensión,

a un lugar en algún mundo.

Anestesiado se recuesta.

Sueña con desayunar una paloma.

Una que sobreviva a los dientes,

y por fin le rompa el pecho.


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