Un día soñaras con nostalgias ajenas y despertaras bañado en lágrimas que ni siquiera serán de esos tiempos sino de siglos después. Ese mismo día escucharas una melodía eterna y alta, como un cometa solo, como un planeta sin dioses, y vas creer que reaviva tus recuerdos más antiguos.

Intentaras encontrar una respuesta lógica en tu memoria, un vestigio de que es cierta tu vida y no un ensayo de la muerte que pronto llegara sin haber hecho nunca nada. Y en ese momento que ya te sucedió décadas antes y se repite, veras de nuevo las mismas dudas, los mismos amores sin concretar, las pasiones que dejaste sin sentir y todo lo que pudiste hacer pero no lo llevaste al acto.

Caminando muy lento saldrás al la calle a pensar, a expandir tu mente entre el humo de la ciudad desmoronada y el andar veloz de los entes nuevos y de los fantasmas viejos de tus tiempos cuando eras joven. Veras por todos lados un ciclo eterno de cenizas, un paraíso de voces que nunca te perteneció, veras ese infierno entre las callejuelas de las prostitutas en el que un día quisiste entrar y no te atreviste nunca, y seguirás tu camino abriéndote paso entre el montón de almas.

Al fin le darás conclusión al asunto de que el recuerdo tan hermoso no era tuyo, que más bien llego sin querer, a tu sueño. De todas maneras no había posibilidad que te pertenecieran esas vivencias, ¿o, si?