En la oscuridad de la noche eterna,

Se esconde mi alma triste y taciturna.

Las lágrimas caen como llovizna fría,

Mientras mi corazón se desangra en agonía.

La soledad, mi única compañera fiel,

Susurra tristezas que me taladran la piel.

En un abismo profundo me encuentro perdido,

Sin un rayo de esperanza en un mundo abatido.

El viento frío sopla con desdén,

Llevándose consigo los sueños que aún no ven.

Las sombras se alargan, sin final ni comienzo,

Cruel recordatorio de un destino incierto y extenso.

¿Dónde está la luz que ilumine mi camino?

¿Dónde están las risas que hoy tanto añoro y no alcanzo a vino?

En este poema triste, sin final feliz,

Sólo encuentro un abismo oscuro y gris.

El dolor se arraiga en cada una de mis células,

Una melancolía profunda que se mella.

Mis lágrimas se mezclan con la lluvia que cae,

Y en esta tristeza eterna, mi esperanza se desvanece.

Sin un rumbo claro, sin un propósito claro,

Vago en la penumbra, sumido en el más triste amparo.