soñaba despierto, reía sufriendo,

mientras que se le nublaba el pensamiento.

Ella lo había dejado de golpe de un día para otro, y el no lo podía creer.

Recordaba que ella le decía que lo amaba y

que jamás le dejaría,

que el era la vida de su vida,

un amor de melodías, quién la alumbraba con su alegría.

Recordaba cuantas cosas entre ellos habían pasado,

de cuando el le regalo su corazón,

de los amaneceres que habían visto por vez primera,

de cuando estaba por llegar el mejor de los regalos

que la vida les concediera,

pero golpe desperto de sus recuerdos,

para darse cuenta de que ella se había ido,

y con ella su hijo,

y con ella todo su amor,

y con ella todos los sueños,

y con ella toda la vida,

y con ella el mundo se desvaneció,

todo lo que fue su vida, todo se lo llevó,

porque así lo quizo Dios.

No lloraba solo por ella,

no lloraba solo por el,

lloraba porque sabía,

que ya no les vería,

que jamás nunca sabría,

lo que es ser un padre,

lo que es volver a soñar, vivir pleno de felicidad,

con aquello que sólo la vida una vez te da.

Mientras tanto amanecía en lo oscuro de su dolor,

todos esos recuerdos en los que nunca volveria a creer,

y asi dejó dos rosas caer,

y con ella toda su vida,

se dio cuenta que estaba sin estar,

en aquel lugar donde el sol jamás volvería a brillar,

y quizo hacerse un lugar,

para poder estar con quienes más amó en su vida,

pero no le dejaron otra salida,

que quedarse aquí en la tierra,

conformarse con eso llamado recuerdo,

y vivir hasta que le tocara ese instante,

en que se reuniera con sus amores,

y esta vez fuera a el a quién le regalaran

dos ramos de flores...