No me dejes,

desamparada en mis días solitarios,

perdida en cada calle transitada

que recorro, lejana y pensativa.

No me dejes,

extrañando el color de tu mirada,

con los labios resecos y marchitos

sin sabor caramelo entre tus besos.

Solitaria en mi sendero,

me ahogué entre mis propias lágrimas.

Caminé por la senda oscura

de una vida insensata,

de un destino marcado

y un futuro desolado.

Por eso amor, no me dejes,

no me quites el placer de compartir

siquiera un instante de mi vivir

bajo el aurora radiante que me alumbra

al cobijarme entera entre tus brazos.