En mi oráculo bastardo,

de tardes negras de abril

huérfanas de un mayo adelante,

y mi tergiversada libertad de adorno,

consuela la noche en su absurdo,

y otra musa,

y mi joya de coche y derroche,

mi centinela se disfraza de peligro,

tú como yo, buscando un pretexto,

hacerte creer en el trasiego mudo,

que nos queremos, y no solo nos matamos,

a besos, somos sordos, y nuestra laringe habla.

El insensible mensajero de allá,

se aparca en el teatro de ilusiones,

/vaya usted a saber que es señor/

me dijo,

si ardió Troya como no me he de quemar yo?!

y allí fuimos, un asunto de coroneles y plebeyos,

buscando esculturas perfectas para sus juegos de mesa,

y de tertulias, más el fanatismo que te fanatiza/idealiza,

adicto/obsesionado con sus huesos parlantes,

que te vocaliza el alma a silencios ruidosos,

unas metáforas simples, otras complicadas,

mejor opuesto a tu genital, al cabo,

simples mancuernas de Satán? no hombre!

No podemos dejar a un lado su señal,

sus tacones aún clavan su huella en mi glaciar,

nos congelamos los hielos, a base de frío y consuelo,

enfermo yo? pero quién en su sano juicio

puede presumir de ileso?