Audacia reprimida,

el lema es la desidia.

Temple de desgarbo

mi figura estéril.

Tendida en mis rastrojos,

ni el aire me fastidia.

Mas en el devenir,

del tiempo que hoy arresta,

atino a desprender.

A descoserme instantes,

a despuntarme ensueños,

a desgarrar ficciones.

Desato aquel idilio,

deshojo alguna rosa,

desarmo mis renglones.

Desclavo uno a uno

mil rastros de memoria.

Tampoco beso el suelo.

Ni suelto algún portazo.

Mas bien,

he alquilado mi hora.

La entrego al papel,

a la hoja en blanco.

Al lienzo en crudo?

Pues soy el río seco.

El mudo pentagrama.

Mi norte lo desierto,

mis pasos los postergo.

Sin mente, no diserto.

Mi pliego dejo abierto.

Y que ella punce injertos,

que raspe mi prospecto,

que abuse, que apellide.

Que tilde, tache, empañe.

Sin juicio.

Inapelable.

Si soy sustancia endeble,

materia desabrida.

Sin rostro, sin aurora,

e ideas desvaídas.

Tal vez residuos oran.

Un resto aún resida.

No incumbe, es el momento.

Su pluma,

o es la mía.

La mía está vacía.

Perdida,

imperceptible.

Se oferta,

transfigura.

Se traga,

se captura.

Entonces que no amaine

la hora en adopción.

Que surta fuerte y clara,

que arroje con fervor.

Si antoja dibujarse,

o exprime alguna gota,

si quiere trasvinarse,

cambiar alguna nota.

Llenarme o escurrirme,

hacerme melodía,

vaciarme la garganta.

Que labre en osadía.

La intimo a que me trace,

hormiga o elefante.

En bella,

o en desaire.

Que trace y que retrace.

No acepto desatinos.

Que ruede mis caminos,

que empuñe, dignifique,

que empache,

o simplifique.

Que erguida en su papiro,

ya harta del destino,

mi imagen,

mi semblante,

lo vire,

lo postergue.

Lo mezcle o lo evidencie.

En vista de este trance,

será que me esperance,

al fresco calendario,

al nuevo corolario.

Y que en mi escala abierta,

teñido el aguacero,

si anula, o si se injerta,

mejor figure en cero.

Que el tiempo detenido,

remarque mi abridero.