Ahora es cuando escribo ese espíritu que se anudó en el tiempo?

Eran días grises.

Yo jamás lloré mis huellas cuando tuve que volver la vista

y abandonar el lugar donde nací,

cuando olvidé el idioma de mi pueblo

y cuando recordé

que yo había muerto sin pronunciar mi nombre.

(Era como alejarse del cuerpo y ver sobre las huellas,

la saliva de alguien más que me reclama;

y un poco de sangre comprimida en pus, el pus)

Recuerdo de preciosa.

Llovían bajo sus ojos blancas esperanzas,

cuajadas talvez de alguna palabra mía.

Reconozco que Preciosa era una idea,

pude sentirla respirar en mi pecho.

(Yo siempre supe que habían días de la memoria

cuando respiraba por la boca

y el mar era el centro de mí Ser,

que extrañaba mi voz)

Recuerdo de Esperanza.

Esperanza siempre dijo que me amaba mucho,

que yo era para ella algo que no podía comprender.

Que en su lenguaje era yo quien la amaba,

y que cumplía con su rito ancestral (ese) de la supervivencia.

Que podía de alguna forma acariciar su ombligo

y lamer de sus labios la última gota devuelta de mis labios.

Siempre supe que no amaba a esperanza?

aunque un día la vi partir con sus ojos:

el sol había quemado su rostro y se había vuelto de hielo;

creo que entonces la amé un poco.

Recuerdo de Azucena:

Yo la recuerdo cuando ya no estaba,

tenía su voz de lamento sangrando en mis costados,

era larga y dulce,

casi triste como su forma,

pero amaba sus ojos, eran vivos,

tenían el terso matiz de todos mis sueños juntos,

de toda mi esperanza junta.

Tenían la forma de mis huesos, y yo sé que siempre me miraban.

(Siempre dijo que moríamos todos los días un poco y que morir era parte de la vida)

?La vi callar un día, cuando apenas tenia voz.

Dicen que se volvió loca,

que tuvo una vida corta

y que me amó mucho, dicen.

Recuerdo de mi alma el pecado

la mancha roja en mis espaldas

y unos ojos largos aferrándose a la vida.

Pero es ahora que vuelvo sobre mis pasos,

callado y extasiado,

vuelto sobre mi cabeza

y girado sobre mí ombligo.