La balsa desvía,

despliega mi tiempo.

Desborda manso el paisaje en mi colina,

de mi fecha errante,

de un atajo al cosmos.

Arrugas rancias,

son las hebras corrompidas,

que laten memorias golpeando mi rumbo.

Suspira un ave.

Es el vientre de mi acaso.

Cruje el vacío de la hora callada.

La tragan los pasos lejanos,

que arriman un antes,

al reloj cansado de vestir presentes.

Pestañea el alba.

Parpadeo abriles.

Hilos de instantes de un cielo que fue.

Ajedrezada por los años,

soy los rombos albos goteando remansos,

o cuadrados brunos,

turba en vendaval.

Bocados de alma,

mordiendo peldaños de edades marchitas,

convite a un crucero de ayer,

de alta mar.

¿Son estelas de nostalgia?

O poesía al viento,

intrínseco aliento de mi más allá.

En el césped,

del avance de mi verso,

esa huella silábica que se ovilla en verbos,

me atestigua en sustantivos,

me eterniza?

Escalera al porvenir.

Serenata de haberes,

y la muesca impúdica,

encajada en mi escote de vida,

que infierno o paraíso,

se empecina en ser ensayo tras la bruma,

de la escena que se harta,

de rendirse al presente.