Estaba obscuro como nunca... ni las estrellas se dignaron alumbrarlo... a lo lejos veía el destello de un palacio dorado. Más adelante, había otro, pero menos luminoso.

Por suerte no estaba solo, estaba con alguien... a quien miraba, y lo olvidaba; sin embargo, con él permanecía. Entonces poco a poco se sintió envuelto en curiosidades, prisas y ansiedades; en una necesidad irrefrenable de animarse, sí o sí a encontrar las llaves del palacio: el de una torre y un campanario. Y buscó... en la nada buscó... nada encontró. Aún así continuó, hasta que recordó que en él estaban. Las tomó con las manos temblorosas y el alma llena de pavor. Introdujo la llave en la cerradura de la puerta, giró el picaporte decididamente y entró. El lugar que era el recibidor estaba en tinieblas, sin embargo algo podía ver. Enfrente de él había una cómoda, era tan elegante que jamás fue usada, en su base yacía una caja ligeramente parecida a una pava. Con la segunda llave, fue abrirla. Pero antes de hacerlo miró al Ser que lo acompañaba, mientras alumbraba ese recinto impregnado de silencios eternos.

Y lo hizo... retiró su tapa, y escaparon miles de mariposas negras con alas aterciopeladas. Revolotearon por todas partes. ¡Eran tantas! que el afán le hizo mirar a un costado, y tomó una sábana celeste que cubría ¡no sé qué!, la dobló en cuatro partes y empezó a espantarlas, a espantar bestias voladoras.

Lamentablemente todas se fueron. Se confundieron en un simbiótico sueño... bella oscuridad de las horas.

¿Que más iba hacer? parado se quedó mirando al cielo; se quedó con la ilusión de lo que hubiera sido... y así se quedó dormido.

Autor: Darío Arístides Molina - "Píndaro"

Ciudad y Provincia de San Luis ? Argentina

E-mail: pindarodam@hotmail.com

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Miembro y fundador del Grupo Literario Hunab- Ku

E-mail: tugrupoliterario@gmail.com