Mil espejos reflejan mi rostro, uno mas, de tantos que se tienen.

Dia a dia los ajustamos a la elegante danza de vivir

desdicha y alegria hermanadas en un vaiven de horas

que palpitan desde el reloj encadenado en la palma de mi mano.

Tanta ansiedad sin corresponder, preguntas al viento

y la llanura de las respuestas que vivaces me esquivan,

miro la calle y me responden ojos extrañados, complices o ciegos

que afanosos se mueven en el trajin del tiempo.

El otoño aqui no es amarillo, ocre siquiera,

el que lo compuso tontamente olvido los tonos suaves

dejando que el marron, gris y perla de un cielo incierto

y la tierra que lo sustenta, destiña las hojas sin criterio.

Caminar por la calle, batiendo el aire a duelo,

por mas frio que sea y las manos apenas sienta;

el invierno amenaza antes de tiempo con una prueba

de que sera crudo, tal vez lluvioso, quiza atemperarse solo espera.