Siente del árbol sus ramas que espinan

y pone su rostro tan cerca y de pronto

las hojas le curan raspón con caricias

de beso de niño que a la herida ofrenda

su helado más rico.

Así en el invierno de las nadas propias

que corren geopardos molinos de viento

consuelan sonrisas de los que se atreven

a manita alzada dibujar los sueños.

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