Viernes roto - LikeaPoem.com
Viernes roto
Y acabé vomitando
como si fuera la primera vez
que se me ahogaba en un quejío el alma.
Ahí,
Sentadito al borde del ocaso,
como una polillita desorientada,
con los ojos nublados por el día,
esclavo de una mirada perdida
que el sol encuentra alquitranada,
entre la fragancia de una correa
que sin apretar,
ata,
con una canal de sueños rotos;
a medio camino entre un silencio sordo,
y un traje a medida de las puñaladas.
Y ya no hace falta querer morir,
siempre hay alguien que te mata,
aunque cierres,
y vueles, y vuelvas a parir,
aunque el aire ya no sepa a viento
y me lo coma todo en grises caladas.
Y da igual:
cae la torre de marfil,
nadie llora por los que no tienen nada,
si los niños no querían jugar...
¿Por qué conjugar anhelos de plata?
¿Por qué llorar
si no tenemos patria?
Si no tenemos en que creer...
¿Qué hacía un oasis diciendo querer
una plantación de recuerdos en mi cama?
Yo
sólo me quiero perder
entre los caminos que deja libre el alba,
que los otros,
de tanto correr,
viven al mismo ritmo que jodidamente manchan.
Que al final todos nos vemos de entierro,
más negros que la noche blanca,
en fila de a uno,
Caronte suele jugar a Satán,
somos termitas
sepultados en migajas de cobre y ron,
somos la espuma que no se atreve a beber dios,
el mediocre control
de un cuadro de vidas cruzadas.
Y quédate con el príncipe,
vivirás mejor,
serás una señora políticamente sana.
No nos engañemos:
un dislate trasnochado de canuto y parque,
por mucho que vuele en escorzo
y revuelva la mierda que somos,
está más cerca de un guiño que no sabe vivir
que de un amanecer crónico.
Y así,
Otra vez solo.
Un andén caducado y abstemio,
una ira de interiores rotos.
Cobarde, perdido y sordo.
Ciego de verte sonreír.
Ciego de creer.
Hastiado de beber para sentir.
Perdido en el matiz de ser nosotros.
Ojalá Valencia fuese Madrid,
ojálá tu mi niña,
y yo tu loco.
Ojalá que esa puta llamada suerte
vea al mundo en un lago,
y que haga como hacen los menos malos:
olvidarse de los niños buenos,
blasfemar en los milagros,
volar sabiendo que puedes morir,
llorar en vez de mentir,
cagar sangre a cada cañonazo.
Y, ya sabes,
si la cuesta no te deja subir,
duerme a mi lado.
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