La pálida y ajada hoja

de mi otoñal existencia,

pende de un hilo en la esencia

herida y ultrajada,

de un destino de tinieblas...

Mas, no por eso abandono,

tras máscara de alegría,

la poca savia que lucha

por subsistir, con destreza...

Como la nuez arrugada,

guardo dentro vital fuerza.

Los embates de la vida

no me encontrarán cansada...

Si un día el viento me arrastra,

mis huellas serán recuerdos...

¡Mis nietos, mis adorados hijos,

me dan descomunal fuerza

que eternizará mi vida,

aunque no vean mi cuerpo!

Cuando mis cenizas vuelen,

quizás por mundos inciertos,

recibirán mis caricias,

heredarán mis esfuerzos...

Porque viví para ustedes...

Amé y sufrí para ello...

Les dejaré con orgullo

honestidad y respeto,

un amor puro y sincero,

todo lo mejor.

Lo más bello.

Y de un volcán apagado

emergerán como en ecos,

dos pequeñas palabras...

¡LOS QUIERO!...¡LOS QUIERO!