Papi,

¡pero, puchas que fuiste cruel!

Si me enseñaste a memorizar

Antes que a leer,

Poesías largas que detestaba

-era tan chiquita, todavía-

Cuando tu mano fuerte

Llevaba la mía

Para enseñarme Caligrafía,

Siento el calor en mis orejas,

Porque aún así,

Perfectas no me salían;

Ningún Colegio enseñaba como tú

- eso decías -

Las consonantes con perfil,

Las vocales se reían.

El Diario de los Domingos, entero te leía

-eso, cuando ya sabía-

Después aprendí trucos,

me saltaba párrafos enteros,

Nunca te enteraste.

Otra cosa eran los zapatos,

Que tan bien lustrados estaban,

Pero el brillo no resultaba

¡con un pañito suave! me indicabas,

El peinado bien relamido,

Sin chasquilla, era de perdidas.

A reír nunca me invitaste

-seguro , tampoco sabías-

Hace algunas noches soñé contigo

- supe que aprendiste –

A General nunca llegaste,

el mejor hubieras sido, sin duda;

cabalgabas en pelo

de puro macho que te sentías,

al suelo lanzabas la silla

¡tanto te admiraba, pero no se si te quería!

Cuando ya no te vi más, lo supe,

Pero tu no.

Cuando llegaron mis tiempos de enamorar

¿recuerdas?

Ese es otro cuento del que no voy a contar.

Padre, hoy te doy gracias;

Otro mejor no pongo en tu lugar;

Heredé todo lo tuyo,

Hasta tu carácter, mejor ni hablar,

Y con orgullo lo digo,

Porque ahora no te veo malo,

Así estabas formado, naciste para mandar,

No para ser mandado

¿qué más me ibas a entregar?

No importa, de la ternura se encargaba mamá.

Hoy te traigo mi memoria escrita,

Porque siempre la conservo,

Y tu legado también,

pero ahora es con emoción,

con cariño, devoción y respeto

por todo lo que me diste :

“Papá, te quiero”,

Ojala que este mensaje te llegue al Cielo,

Porque ahora lo comprendo,

Ojala…

Margarita

Junio-2008

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